domingo, 9 de junio de 2013

¿Por qué nos interesamos tanto en la vida de los demás?.

¿Quién no ha sentido la necesidad de saber de la vida de otras personas?, conocer detalles, lugares, horas, colores, sabores, comentarios… saber sin tener muy claro si después se va a atormentar o a alegrar por lo que supo, pero saber. Si usted no ha sentido esas ganas ridículas de enterarse de algo con relación a alguien, no se preocupe o no se despreocupe, tarde o temprano las va a sentir.
Los seres humanos somos curiosos, nos gusta saber cosas, a unos más que a otros y en temas tan diversos como personalidades hay en el mundo, pero si hay algo que además del hecho de tener ombligo nos une como especie, es que nos encanta dar nuestra opinión y si es respecto a otro ser humano nos encanta el doble; no es que eso tenga nada de malo, el problema viene cuando empieza a importarnos tanto la opinión que tenemos frente a una persona en concreto que dejamos nuestra vida de lado y nos dedicamos a ofender o defender a seres, que probablemente quieran meter nuestras opiniones en una cuenta de ahorros para ver si así les generan algún interés.

Desde mi punto de vista, tener una opinión y expresarla está bastante bien siempre y cuando, esta no atente contra la integridad física o emocional de nadie. Deborah Tannen, socio lingüista, francesa, menciona que hablar de las opiniones personales que tenemos  frente a otros seres humanos es útil pues “crea amistades, siempre que el interlocutor responda en la forma esperada”, pero qué pasa cuando el interlocutor no reacciona de la forma que se espera o cuando sí lo hace a pesar de que la opinión en cuestión sea un ataque directo a otro ser humano.

Uno de los problemas emocionales más frecuentes en quienes hablan de más para dañar a otros es la envidia, que se define culturalmente como un sentimiento desagradable que se produce al percibir en alguien más,  algo que se desea y que dificulta el desarrollo de quien la padece y sus relaciones con los demás; para mí, quienes conversan y enjuician partiendo de algo tan insípido y triste son individuos, que muy lamentablemente consideran que tienen una vida tan vacía que necesitan entrar en la privacidad de otros y hablar al respecto, tal vez porque al no tener una personalidad lo suficientemente definida y fuerte pasan sin pena ni gloria por vidas ajenas y como son incapaces de llamar la atención por ellos mismos, eligen hacerlo a través de los demás,  generalmente, este se vuelve un comportamiento reiterativo y entran en una espacie de círculo donde a medida que crece la necesidad de invadir la privacidad de otros, crece también su envía hacia estos últimos y sus ganas de seguir llamando la atención a través de ellos.

Interesarse en la vida de la gente no está mal, no es algo anormal ni reprochable, emitir un juicio subjetivo al respecto tampoco es malo, anormal o reprochable, pero cuídese de obsesionarse con esas personas de quienes emite juicios, tenga en cuenta que este tipo de comentarios, tarde o temprano se irán convirtiendo en chismes y que esto no beneficia ni a quién habla ni de quién se habla. Concluyendo, preocúpese por crear relaciones fuertes y verdaderas basadas en el intercambio mutuo y el crecimiento como seres humanos en vez de omitir  a diestra y siniestra opiniones de los demás, y es que la empatía es algo tan subjetivo que no importa que tan mal concepto le genere una persona, siempre habrá alguien dispuesto a hacerle una estatua porque la adora

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